El asfixiante peso de los mercados financieros en la economía actual lleva al autor a realizar un juego conceptual en el que los compara con dioses. Así, afirma que los políticos de todas las tendencias demuestran devoción por estas divinidades y que a diario se celebran misas en su honor, que no son otras que la difusión a través de los medios de comunicación de la evolución de las cotizaciones de Bolsa. En esta religión, como en otras, también hay sacrificios y víctimas propiciatorias, que Toussaint identifica con países como Grecia, Portugal y el Estado español, entre otros. Propone, finalmente, «crear una nueva disciplina financiera, expropiar a este sector y ponerlo bajo el control social».