La Euskal Herria de preguerra vista por Roberto Arlt
·«Aguafuertes vascas» reúne los artículos que escribió el autor en su visita de 1935
Roberto Arlt (1900-1942), uno de los principales renovadores de la literatura argentina, loado por autores como Cortázar, Borges o Sábato, visitó Euskal Herria en los últimos meses de 1935 y publi- có cerca de cuarenta artículos con sus impresiones en el diario «El Mundo» de Buenos Aires. Esas «Aguafuertes vascas», retrato de un pueblo a punto de sumergirse en la Guerra, han sido recopi- ladas ahora por primera vez en un libro por Txalaparta.
DONOSTIA
Roberto Arlt cultivó el teatro, la novela y, muy particularmente, el cuento y el articulismo. Gracias a éste llegó a ser muy popular. «Denominaba a sus textos periodísticos ‘aguafuertes’, por comparación de su método de trabajo con la técnica de grabado», explicó la editora de Txalaparta Zaloa Basabe, ayer acompañada por Eider Rodríguez, quien también ha participado en la preparación de “Aguafuertes vascas”.En 1935, el diario “El Mundo” de Buenos Aires envió a Arlt como reportero, primero, al norte de Africa y a la Península Ibérica, y, después, a diversos países latinoamericanos. «Fue su viaje a la Península lo que lo trajo a Euskal Herria, que visitó en noviembre y diciembre de 1935 y enero de 1936», apuntó Zaloa Basabe. Durante su estancia, visitó Bilbo, Gernika, Durango, Bermeo, Eibar y Donostia, entre otras localidades, y escribió alrededor de cuarenta aguafuertes, que, en conjunto, constituyen el retrato de un pueblo que, apenas unos meses después, iba a ser devastado por la guerra. Tras su publicación en “El Mundo”, los artículos de Arlt han sido editados en diferentes colecciones, como “Aguafuertes porteñas”, “Aguafuertes gallegas” o “Aguafuertes asturianas”. Sin embargo, las “Agua- fuertes vascas”, «extrañamente» subrayó Basabe, jamás hasta ahora habían sido publicadas conjuntamente, ni siquiera entre las “Aguafuertes españolas”. Fue este hecho el que llevó a Txalaparta a interesarse por su recopilación.
Arlt escribe a través de los ojos de un extranjero, sin pretender no parecerlo (*)
Eider RODRIGUEZ | ESCRITORA
Arlt escribe a través de los ojos de un extranjero, y lo hace sin pretender no parecer extranjero, en un ejercicio de honestidad que, hoy en día, no deja de ser especialmente original. El argentino llega, camina, mira. Saca la libreta y araña el papel. En su visita a nuestro país, recorrió Bizkaia y Gipuzkoa. Al Nervión lo define como «río color mostaza» y a la Concha como «playa amarilla». De las muchachas bilbainas dice «que la única ilusión de estas mujeres jóvenes, que tienen las yemas de los dedos picadas por el constante uso de la aguja, es el amor. Se aferran a una relación accidental con una tenacidad que espanta». También, en una aguafuerte sobre Bermeo, confunde como tantos otros hombres, todavía hoy, la participación de la mujer en la vida política con la dominación de ellas sobre ellos. De los hombres escribe: «Soberbiamente hermosos, son posiblemente los más recios ejemplares de hombres que embellecen la carcomida Europa». Sobre las gentes, «habitar un tiempo entre ellos es darse un baño de vida honesta, higienizarse el alma de toda la basura que amontonó en el continente ese torvo trapero que se denomina civilización». Sobre la estética de las danzas vascas apunta: «No es posible combinar con más escasos elementos un cuadro de belleza más plástica. Los bailes actuales son lascivos y torpes, comparados con estas danzas ágiles, simétricas y graciosas». Le embelesan los bertsolaris: «En Oria, el obrero Imaz y Astarrate, zapatero remendón, eran los nuevos Tirteos de la Vasconia en llamas». Sobre los dormitorios de los caseríos escribe: «No son para el amor, son para la procreación». Se decepciona con los oradores políticos y con la ausencia total de intelectuales, se inquieta con la ideología de una comunidad que es a su vez antifascista y católico-apostólica, teoriza sobre el mayorazgo, se lamenta por la enorme tasa de alcoholismo, se siente molesto ante la insistencia de los vascos en menoscabar las virtudes de otras regiones, se entusiasma con la decencia de los comerciantes para con el cliente o con el patriotismo: «Yo permanezco estupefacto. El espectáculo de semejante sensibilidad colectiva me desencaja los ojos. Cuando los oradores se interrumpen, la tempestad de aplausos es tan recia que los pájaros se desparraman atemorizados por el espacio» (escribe a cuenta de un mitin del PNV). Le fascina, como a otros muchos viajeros que han escrito sobre Euskal Herria, la idea de que los vascos hayan podido morar en los tiempos de la piedra. A veces, la desmedida literatura le juega alguna mala pasada a ojos del lector vasco: «Si uno cruza los campos, aldeanos y campesinos lo saludan con ‘Abur! Viva Euskaria libre!’», cosa difícil de imaginar. Pero Arlt no es un escritor emborrachado de romanticismo, que sólo ve pureza y raza. No se puede esperar tal simpleza de este escritor. Lo más hermoso de todo, mucho más que la pluma de un escritor que se fijó en nosotros, es la Euskal Herria que retrata. Un pueblo a las puertas de la guerra civil. Este dato aporta a las crónicas de Arlt una profundidad insospechada por aquel entonces, el retrato de todo un pueblo que al cabo de siete meses iba a ser devastado. - (*) Extracto del texto leído ayer por Eider
Rodríguez en la presentación de “Aguafuertes vascas”.
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