Txotxe Andueza
Euribor
Euribor es una de esas palabras que se han colado en nuestros hogares sin que las entendamos muy bien, aunque sí conozcamos su repercusión en nuestras carteras. Su nombre se nos hace familiar, nos interesamos por su salud al menos una vez al mes, y corremos a la calculadora y a las ya olvidadas reglas de tres para saber la manera en que sus subidas de temperatura afectarán a nuestra economía. En los últimos meses, el indicador de referencia utilizado por estos lares para calcular el precio de las hipotecas no para de darnos sus- tos. Y por lo visto no dejará de hacerlo en los próximos meses. El euribor ha vuelto a subir en febrero, colocándose en niveles que nos retrotraen a finales del año 2002, tras subir más de medio punto en sólo cuatro meses. Ahora se sitúa en el 2,91% y algunos temen que para finales de este año alcance ya el 3,5%. Estas cifras, que a quienes nos resistimos a someternos al imperio de las hipotecas casi nos traen al pairo, son una auténtica amenaza para millones de personas. Personas que en su mayoría compraron un piso haciendo unos ajustados cálculos de su capacidad adquisitiva, y que ahora ven subir la cuota de su hipoteca por un euribor cambiante que parece lanzado en una carrera cuyo fin nadie es capaz de prever. Y ello afecta a ese derecho a tener acceso a una vivienda digna que, como todos los derechos, no se da, sino que se vende, y bien caro, por cierto. Yo diría que no hay peligro de que el euribor suba tanto como para que dejen de comprarse pisos, y lo digo con pesar. Porque estoy convencida de que sólo en la medida en que se hiciera una política de vivienda volcada en conseguir alquileres dignos y a precios asequibles, y en la medida en que muchas más personas pidieran eso a las instituciones públicas y no tener propiedades privadas a precio público, se podría empezar a pensar en un futuro diferente en lo que se refiere a la vivienda. Claro que lo que una diga en este terreno vale poco más que cero. Porque, para empezar, no entiendo por qué sube el euribor, por qué suben los precios, por qué afecta todo eso tan poco a las constructoras y a los especuladores. Y por qué mientras sube todo lo que afecta a la capacidad adquisitiva de la ciudadanía, el Gobierno del Estado de abajo presenta por primera vez en su historia un superávit en las cuentas públicas. Claro que, posiblemente, no haya contradicciones donde yo las veo bien grandes, y sesudos economistas podrían explicarlo. ¿Podrían? -
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