Señalan que afecto y autoridad evitan gestos violentos
·Una especialista resalta que los menores necesitan dedicación y autoridad con cariño
La especialista en sicología infantil y adolescente Isabel Menéndez Benavente participó ayer en Bilbo en un seminario en el que expuso que «proporcionar total afecto y máxima autoridad» en el seno de la familia es el mayor factor de protección para evitar comportamientos violentos.
BILBO
La especialista en sicología infantil y adolescente Isabel Menéndez Benavente señaló, con respecto al papel que debe jugar la familia, que por autoridad se debe entender «no autoritarismo, sino establecer límites; que el niño sepa hasta dónde puede llegar, y todo ello con el máximo de afecto, coherencia y congruencia entre los padres, lo cual es difícil».Menéndez, que participó ayer en Bilbo en un seminario titulado «Violencia y adolescencia con problemas de comportamiento», resaltó que los delitos cometidos por menores se han incrementado en un 490 por ciento en los últimos años. Tras su intervención en el seminario, donde se analizarán las «claves para entender el fenómeno de la violencia en la adolescencia, ya sea en la calle, en la escuela o en la familia», Menéndez se mostró convencida, en declaraciones a los medios de comunicación, de que «la sociedad y los padres estamos educando para la violencia; hemos pasado de una educación restrictiva a la permisividad total, con lo que no les preparamos para enfrentarse a la vida y a sus frustraciones». Según destacó, a esta situación se le une el acceso a drogas y a unos vídeo-juegos violentos que fomentan «una respuesta agresiva, no reflexiva, como resolución de los conflictos». Además, la solución también está relacionada, según añadió, con «tener hijos libremente y con toda responsabilidad, algo que no ocurre hoy en día. Hay muchas personas resaltó que tienen hijos sin saber que implican sacrificios y dejar de lado muchas cosas, y no están dispuestas a cambiar de vida». La crianza de los hijos, apuntó, «implica muchos años, dándoles una educación emocional; poniendo límites; comunicándote con ellos; no sólo comprándoles cosas; y estando ahí. Y esto cuesta mucho trabajo. No es sencillo y, además, la sociedad tampoco lo pone fácil». Menéndez describió, asimismo, el perfil del «adolescente violento». Dijo que «el 80% pertenece al género masculino; son irreflexivos; no controlan los impulsos; consumen sustancias tóxicas; y provienen habitualmente de familias con maltrato emocional o físico o de familias desestructuradas». También indicó que «presentan fracaso escolar; son incapaces de ponerse en el lugar del otro; interpretan mal el lenguaje corporal; ven amenazas porque no saben interpretar las emociones; y nunca se sienten culpables porque creen que el otro se lo merecía».
Castigar sin dañar
La sicóloga rechazó unir a estos casos la expresión «proceden de familias normales», al resaltar que «no es cierto». Señaló que «procederán de familias con dinero pero seguro que sin afecto, ni comunicación emocional. Y si se investiga un poco, posiblemente haya problemas de maltrato». Aseguró que «un niño educado en una familia normal, con autoridad ejercida con cariño y que se dedica de verdad a sus hijos, es prácticamente imposible que pueda actuar así, porque hace lo que ve, no lo que le dicen». Respecto al castigo físico, mantuvo que «hay que castigar para aprender, no para dañar. Las bofetadas dijo sólo empeoran la situación. La mano hay que tenerla abierta siempre para acariciar». Subrayó también la necesidad de dedicar medios humanos para tratar a menores que se encuentran en centros tutelados.
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