Llegados a este punto del debate político, ya empiezan a ponerse sobre el tapete los aspectos nucleares del conflicto.En «El Mundo», Gonzalo Bolland se refería a todo esto para sentenciar que «lo que está en juego en nuestro territorio histórico es la lucha del estado de derecho, que protege el pluralismo, contra el totalitarismo que trata de imponer la sumisión a una ideología nacionalista basada en la uniformidad étnica, patriótica, lingüística y, casi, casi, religiosa y que, además, pretende barrer cualquier manifestación política, social o cultural que le sea adversa».
Pues no parece pensar en términos ni siquiera parecidos el editorialista de «Deia», que ayer arremetía con dureza contra el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, por haber negado cualquier posibilidad de aceptar el derecho de autodeterminación del pueblo vasco.
La solemne declaración de ZP tuvo lugar en el Congreso de los Diputados y el editorialista le recuerda al presidente que ése es un derecho «que con tanto entusiasmo defendían los socialistas hace unos años, cuando encabezaban manifestaciones multitudinarias para exigir su cumplimiento».
El rotativo jelkide insistía en que «ese derecho está recogido en la Carta de las Naciones Unidas y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU y que es inalienable y, por tanto, como oportunamente le replicó el Gobierno vasco, innegociable». Ya ven que se endurece el discurso. Aunque sólo sea el discurso.
El tono sube a medida que avanza el texto y sentencia el opinador que «negar al pueblo vasco el derecho a decidir su futuro en función de que no se incluye en el ordenamiento constitucional equivale, dialécticamente, a aceptar como legítima, por ejemplo, la falta de libertades en el Estado durante los 40 años del franquismo porque la legislación vigente de entonces las prohibía explícitamente. Una verdadera aberración». Los jelkides han caído ahora en la cuenta de que no todas las leyes son justas. ¡A ver si se lo recuerdan a Balza!
Y para animar a ZP a caer del caballo como Pablo de
Tarso, le recuerdan que «la aceptación del derecho de autodeterminación en el
histórico acuerdo de Stormont relanzó definitivamente el proceso de paz de
Irlanda del Norte». Pues manos a la obra. msoroa@gara.net