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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-03-03
Félix Placer, Edurne Magan, Mila Elvira... (*)
3 de Marzo: Justicia

Con la sangre de uno de los trabajadores muertos aquel día quedó escrita sobre el asfalto de la calle, junto a la iglesia de San Francisco de Asís, la palabra que había sido a lo largo de dos meses la motivación y exigencia de miles de trabajadores y trabajadoras de las fábricas de Gasteiz: justicia. La huelga general que desencadenó los acontecimientos de aquel trágico miércoles de ceniza era un paso más en los procesos reivindicativos de una clase obrera que quería superar unida la opresión de largos años de dictadura y reclamaba asambleariamente la libertad, la dignidad, la justicia social.

La represión de las llamadas Fuerzas de Orden Público, con las trágicas consecuencias de cinco obreros muertos ­y a los pocos días uno más en Basauri­ y numerosos heridos, fue la respuesta del Gobierno al proceso de liberación iniciado en esta ciudad de Euskal Herria. Querían impedir y cercenar con todos los medios lo que intentaba ser un camino hacia la realización de los derechos reivindicados desde un proceso asambleario que luchaba democráticamente por un cam- bio no sólo de condiciones laborales sino también de estructuras y relaciones sindicales.

En aquella lucha obrera contra la prepotencia de la patronal apoyada por un gobierno que continuaba la línea del dictador fallecido hacía unos meses, tuvo también parte la Iglesia, pero con posturas opuestas. Por un lado varios templos de Gasteiz ­como se dijo en la homilía del funeral por los obreros muertos­ «habían abierto sus puertas al pueblo que lo necesitaba para comunicarse a diario sus trabajos, sus luchas y sus angustias... y servir al ideal de la creación de un mundo justo y fraternal»... Aquellas iglesias quisieron ser un «lugar de acogida y refugio al que acudir con todo derecho», hasta que la brutalidad de quienes no respetaron a nada ni a nadie pro- fanaron no sólo unos templos sino sobre todo la vida de cinco personas solidarias cuya sangre tiñó de dolor, de ira y de consternación la calles de nuestra ciudad.

Ante aquella masacre, totalmente injustificada a pesar de las falseadas razones gubernamentales aludiendo a la defensa del orden público, otro sector de la Iglesia se vio acorralado por un gobierno que apoyándose en el Concordato se arrogó la legitimidad de irrumpir en aquel templo abarrotado de gente, desalojarlo brutalmente y luego apalear y disparar contra miles de personas que intentaban defen- der como podían a los que abandonaban asfixiados el recinto eclesial. Según la nota hecha pública por el Obispado de Vitoria, la autoridad eclesiástica se había limitado a informar de la decisión gubernamental y observar «un prudente silencio», que fue estremecedoramente abucheado cuando el obispo comenzó a oficiar la eucaristía por las víctimas mortales de las balas de la Policía. Sin embargo, impresionantes aplausos subrayaron las palabras de la homilía en la que el párroco de San Francisco de Asís denunció y condenó la brutal e injustificada represión policial y sobre todo exigió justicia en la clarificación de los hechos, depuración de responsabilidades y defensa de la verdad. Con la expresión más profunda de solidaridad y de misericordia en nombre de Jesús reclamó «un acuerdo justo ante el conflicto laboral, como el que buscaban aquellos cuya muerte allí se recordaba».

A los 30 años, aquel largo día 3 de marzo no ha terminado aún; siguen resonando muchas «campanades a morts» que tañen doloridas por tantos trabajadores muertos en accidentes laborales, por quienes viven en condiciones precarias, con contratos temporales, con sueldos indignos, en pobreza permanenteŠ Todavía seguimos reclamando los derechos plenos del pueblo trabajador, un trabajo digno para todos y, en especial para las mujeres discriminadas en muchos puestos de trabajo.

Como Comunidades Cristianas Populares de Gasteiz, desde la base de la Iglesia y en fidelidad al evangelio de Jesús, solidarias con la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo, con los trabajadores y trabajadoras, queremos denunciar de nuevo aquella injusticia y exigimos esclarecimiento y depuración de responsabilidades. Pedimos a quienes son dirigentes cualificados de nuestra Iglesia que no guarden silencio ante quienes hoy en nuestro pueblo y en el mundo globalizado siguen expulsando de una vida digna a tantas mujeres y hombres que como personas e hijos de un mismo Padre tienen pleno derecho a vivir. Que sean profetas audaces y coherentes en defensa de la verdad y de los derechos reclamados y a favor de los más pobres y excluidos, como Aquel que murió por defender la vida, la dignidad y el amor para con los últimos.

Consecuentes con esta memoria histórica de nuestra ciudad, siguiendo la conmovedora invitación del hermano de Pedro Mz. de Ocio al finalizar el funeral, queremos continuar siendo servidores del pueblo trabajador «superando todo espíritu de rencor en la búsqueda de la justicia y de la libertad». -

(*) En nombre de Comunidades Cristianas Populares de Gasteiz


 
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