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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-03-03
Iñaki Martin - Sindicalista de ESK
Treinta años después

Días atrás, comentando entre colegas sobre los acontecimientos que se iban a conmemorar este año, salió a relucir los treinta años de aquellos hechos que sorprendieron a Vitoria y a todo el Estado. Y no era para menos. Gasear una iglesia con miles de personas dentro y rematarlas a tiros cuando salían presas del pánico, causó un gran impacto, primero en la ciudad y luego en Euskal Herria y en el resto del Estado.

Quieras que no, aquellos hechos te retrotraen al recuerdo, a la rabia, a la impotencia, a la nostalgia de percibir esa solidaridad que existía entre los huelguistas y el resto de la población. ¡Cuántos valores se descubrieron entre todos y todas! Esa mano tendida para ayudarte y darte ánimos por parte de los compañeros. La confianza en la lucha, y la decisión de no parar hasta conseguir lo aprobado en las asambleas. La fortaleza que nos daba el reunirnos en la asamblea, y sentirnos imparables.

Pusimos en cuestión muchas cosas que hasta entonces eran intocables. Revelarnos contra la intransigencia patronal y del poder establecido. Pasamos del sindicato vertical fascista y creamos nuestras propias formas de organización y lucha. Y todo esto no lo podían consentir ni los empresarios, ni un Estado que salía del franquismo con todo su autoritarismo y sus elementos represivos intactos. Por eso reaccionaron como reaccionaron. Decidieron terminar con ese movimiento obrero joven que les estaba poniendo en cuestión todos sus privilegios. Esa fue su única respuesta a nuestras demandas. Disparar a matar a una multitud para escarmentarnos.

Por eso durante estos treinta años no hemos dejado ni un solo año de seguir recordando y haciéndoles recordar lo que sucedió entonces. Treinta años durante los cuales ha habido muchos intentos por callar esa memoria. «Había que olvidar», nos decían, «aquello ya pasó», como otras muchas cosas, pero nuestra insistencia y perseverancia han hecho que se empiece a reconocer que aquí hubo unas víctimas y unos responsables. Esperemos que no pase mucho más tiempo para que sean reconocidas totalmente y reparadas social y económicamente. Pero también exigimos que se conozcan los culpables y que pidan perdón por lo que hicieron.

Nosotros ya los conocemos: los empresarios que exigieron una respuesta contundente para dar un escarmiento ejemplar a unos trabajadores que les habían cuestionado sus formas de explotación; y los responsables políticos que accedieron a «contribuir a la mayor paliza de la Historia», tal como viene recogido en las cintas en que se les grabaron las conversaciones de la Policía Armada.

Hoy, treinta años después, seguimos saliendo a la calle para recordar y exigir justicia y la verdad. Para seguir luchando por el disfrute real de muchos derechos sociales y políticos que siguen negándonos. Para continuar con nuestra lucha en las empresas contra esa lacra que es la precariedad laboral que tiene condenados a miles de jóvenes a vivir en la eventualidad, las dobles escalas laborales y a ser presa fácil de los accidentes laborales.

Queremos que estos treinta años de lucha no sean en balde. Queremos apostar por un mundo nuevo basado en la solidaridad y en la justicia social.

Quisiera hacer, por último, un recordatorio a los veinte años de que se erigió el monolito en recuerdo a las víctimas de aquel 3 de marzo, después de varios intentos anteriores por colocarlo y que gracias a la decisión y el trabajo de varios compañeros de la antigua CUIS, hoy ESK, lograron levantarlo a pesar de que la Policía intentó frustrar aquel último intento, pero llegaron tarde y el cemento fraguó. Esperemos que también fragüe, entre las nuevas generaciones de la clase trabajadora, ese espíritu de lucha y compromiso de aquel 3 de marzo de 1976. -


 
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