Un propósito que excede al Mundial
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) se hizo con el patrocinio de la FIFA para dar impulso a la campaña «tarjeta roja al trabajo infantil», por la que se recuerda que millones de niños y adolescentes trabajan en el mundo, muchos de ellos en condiciones de explotación, y no sólo en el servicio doméstico, la agricultura o la minería, sino en la selecta industria de los productos deportivos. La OIT, consciente de que los ojos de medio mundo se fijan estos días en el devenir del Mundial de Fútbol de Alemania, ha querido hacer hincapié en el compromiso por erradicar el uso y abuso de la mano de obra infantil en la producción de materiales deportivos, productos que alcanzan altos precios en los países desarrollados pero que las más de las veces se producen en países en los que la falta de recursos de las familias obliga a contar con todas las manos, también las más pequeñas, para asegurar la subsistencia del hogar. En el Día Mundial contra el Trabajo Infantil se ha querido insistir en que rescatar a los niños y niñas de esa esclavitud es posible, y se ha sustentado tal mensaje con cifras. Ciertamente, mirando sólo unos pocos años atrás, en 2002, el informe anual de la OIT cifraba en 352 millones los menores obligados a trabajar en el mundo. Cuatro años más tarde, se estima que 218 millones de niñas y niños se ven incorporados al mercado de trabajo, lo que además de suponer un daño para su bienestar presente se demuestra como un hándicap cara al futuro, ya que las carencias educativas condicionan gravemente las posibilidades de estos menores de conseguir oportunidades mejores en el futuro. Aunque sean datos parciales, la campaña orientada a este Mundial ha salvado a 7.000 niños y niñas de Pakistán de dedicar largas jornadas de trabajo a coser los balones de fútbol. Sin embargo, es evidente que hace falta que se aplique con todo rigor un códico ético internacional que se extienda sector a sector, cara a atajar una situación que refleja en toda su crudeza la división entre los países ricos y los países empobrecidos por la política de los primeros. Porque, aunque en el campeonato mundial contra el trabajo infantil cada gol es precioso, ello no debe hacer olvidar que hace falta unas reglas de juego iguales para todos. De ahí que tan importante como sacar tarjetas rojas sea no permitir que se echen más balones fuera a la hora de arbitrar un sistema económico que no condene a millones de personas, de todas las edades, a la explotación. -
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