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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-06-13
Congreso en Bilbo sobre clima y biota en el paleogeno inferior
Los acantilados de Zumaia serán referente internacional
Cincuenta millones de años de historia contemplan los ocho kilómetros de costa que van de Getaria a Deba. Pero son los acantilados de Zumaia los que esta semana atraen la atención de más de un centenar de geólogos de todo el mundo, pues en sus rocas se esconde gran parte de la información de lo que ocurrió en el Paleógeno, último intervalo geológico en el que la Tierra experimentó un clima globalmente cálido.

BILBO

En los montes vascos no es de extrañar encontrar fósiles marinos. Y es que en otras épocas este territorio estuvo sumergido bajo el mar, en el Paleoceno (integrado en el Paleógeno) por ejemplo, hace 55-65 millones de años. Euskal Herria tenía un clima subtropical y su aspecto era parecido a lo que hoy conocemos como la gran barrera de coral de Australia.

En la costa de Gipuzkoa y Bizkaia, en los alrededores de Eibar, en Irati y en Urbasa, podemos encontrar afloramientos del Paleoceno a la vista. Esto se debe al choque que se produjo entre la placa europea y la placa ibérica que levantó lo que antaño se encontraba bajo el mar. Debido a ese mismo choque se crearon los Pirineos.

Los afloramientos de rocas del Paleoceno no son nada comunes en el resto del mundo y, por lo tanto, para saber qué es lo que ocurrió en el Paleoceno, los investigadores tienen una información inestimable en este lugar del planeta. Además, se cuenta con otra característica: hay restos tanto de la corteza del mar como de la plataforma continental, dado que Zumaia en ese entonces se encontraba sumergida a mil metros de profundidad bajo el mar y en cambio la Rioja alavesa se encontraba en tierra.

Las magníficas hileras de rocas que se observan en Zumaia son sedimentos depositados en el fondo marino, que emergieron en afloramientos que entre Deba y Getaria son casi verticales en muchos puntos. Esas capas de estratos abarcan un periodo de tiempo de aproximadamente 60 millones de años, es decir, desde la base del Cretácico Superior, en la zona de Deba, situada en rocas de hace unos 100 millones de años, hasta las areniscas que afloran en el Ratón de Getaria que son del Eoceno, es decir de unos 40 millones de años de antigüedad.

La importancia de esas rocas reside en que se pueden encontrar restos que guardan fielmente la información de los cambios paleoclimáticos y paleoecológicos en el Paleoceno, por ejemplo, los microfósiles.

Los datos obtenidos a través de estas minúsculas criaturas pueden ser muy útiles hoy día para saber qué evolución puede tener el calentamiento global que supuestamente está sucediendo en la Tierra, porque al igual que ahora, al final del Paleoceno la temperatura global subió muy rápidamente.

Un grupo de investigadores de la UPV-EHU, más en concreto del Departamento de Estratigrafía y Paleontología, analiza desde hace tiempo estos microfósiles, sobre todo los llamados foraminíferos planctónicos y los nanofósiles calcáreos. Esos microorganismos vivían en la corteza del fondo oceánico y sus fósiles se han ido apilando durante millones de años hasta componer un registro inmejorable.

Esos microorganismos son muy sensibles frente a los cambios climáticos o de temperatura y por eso algunos viven en aguas templadas y otros en cambio en frías. Así se dividen en las distintas zonas del mar y, por lo tanto, si la temperatura del mar varía, esas zonas se modifican y los microorganismos migran con ellas. Así, el registro de los fósiles de estos microorganismos encontrados en un emplazamiento concreto indicaría los cambios climáticos sucedidos en aquella época.

Para analizar esos microfósiles hay que tener en cuenta que hoy día son parte de las rocas calcáreas o de las margas. Por ejemplo, el 80% de las rocas que se crearon en el Paleoceno en el fondo del mar pueden estar constituidas por estos microfósiles, es decir, con las conchas de los microorganismos.

Para analizar ese material, los investigadores suelen proceder a extraer un pequeño trozo de roca, que luego disgregan en agua. Una única gota de esa disgregación contiene millones de microfósiles. Finalmente, una de esas gotas será analizada en el microscopio o mediante una lupa, dado que los fósiles tienen un tamaño aproximado de unas pocas micras.

En esos análisis, se suelen contar las especies de microfósiles encontrados y se mira la proporción de esos microfósiles. En concreto en las rocas de Euskal Herria se han descrito más de 200 especies de nanofósiles y 175 de foraminíferos planctónicos. Sabiendo cuales son de agua templada y cuales viven en aguas frías, se puede saber qué cambios climáticos sucedieron en aquel entonces y tener una buena guía para lo que pueda suceder en el futuro.

Nombramiento oficial

Durante este Congreso que ayer arrancó en el Palacio Euskalduna de Bilbo, los asistentes tendrán oportunidad de visitar dos lugares de indudable interés para analizar este periodo de la historia terrestre. Se trata de los acantilados rocosos de la playa de Azkorri, en Getxo, y los, quizámás conocidos, de la costa de Zumaia. Precisamente, la comunidad científica presente en este encuentro quiere profundizar en el establecimiento de un calendario lo más preciso posible para fechar todos aquellos sucesos ­teniendo en cuenta que se habla se millones de años­. Para ello se buscan zonas donde tener rocas que ser estudiadas. Zumaia es ya un referente mundial, pero este Congreso puede elegir parte de sus rocas como referencia ya oficial a nivel internacional para un periodo concreto de ese calendario geológico que se quiere precisar al máximo. También Azkorri tiene posibilidades de serlo.

Los expertos vascos confían en que, «jugando» en casa, se aprueben estas catalogaciones, lo que sería un gran impulso a nivel mundial y, además, un medio de proteger aún más esta importante riqueza natural que hoy por hoy no dispone de un resguardo legal específico más allá del que salvaguarda todo el litoral vasco.



150 geólogos se dan cita en el Euskalduna
El Palacio Euskalduna de Bilbo acoge hasta el viernes el encuentro de 150 geólogos de numerosos países, que analizarán un periodo de la historia de la Tierra, el Paleógeno (donde se incluye en Paleoceno), que comprende desde hace 65 millones de años hasta hace 34 millones, y que encierra los efectos de fenómenos hipertérmicos análogos al actual calentamiento global, ocurridos en aquella época. El estudio de aquellos cambios que se originaron puede servir para conocer mejor a qué nos podemos estar enfrentando. Asisten científicos de renombre como Philip Gingerich, director del Museo de Paleontología de la Universidad de Michigan, descubridor en 2001 de esqueletos de antiguas ballenas, que confirmaron que éstas evolucionaron a partir de un ancestro común del que también surgieron hipopótamos, ovejas o ciervos. -



«Nos permite ver si hay paralelismos con el actual calentamiento»
Aitor PAYROS | Paleontólogo de la UPV-EHU

Es el director del Departamento de Estratigrafía y Paleontología de la UPV-EHU y uno de los organizadores de este congreso internacional. Ayer era un día de mucho ajetreo para todos estos expertos.

­El Paleógeno o el Paleoceno, a la mayoría de ciudadanos de a pie quizá no nos diga nada, pero Euskal Herria es una zona privilegiada en restos de aquella época que se revela tan importante para la historia de nuestro planeta.

La verdad es que tenemos esa suerte. Hoy, que tanto se habla del cambio climático, podemos hacer una previsión de sus consecuencias estudiando los cambios climáticos del pasado y ver si se puede establecer un paralelismo. ¿El porqué en Bilbao este encuentro? Porque en toda Euskal Herria tenemos afloramientos de rocas en donde se pueden estudiar esos cambios mucho mejor, o por lo menos igual, que casi en ningún otro sitio del mundo.

­Afloramientos en el litoral y también continentales.

En su mayor parte esos cambios climáticos en el pasado quedan registrados en lo que en su día eran sedimentos y hoy ya son rocas. Lo que estudiamos son esas rocas. Donde mejor quedan conservados esos fenómenos es en sedimentos acumulados en el fondo de mar, a profundidades de más de mil metros. Lo que ocurre es que aquí tenemos la suerte de tener afloramientos de rocas que se crearon en esas condiciones y tenemos la suerte también de tener rocas que se crearon al mismo tiempo pero en zonas del mar donde la profundidad no era tanta e, incluso, en zonas que eran emergidas.

­Habla de suerte, pero imagino que ese cúmulo de posibilidades de estudio en nuestro país tiene su explicación.

Por una parte porque teníamos todas esas condiciones que se daban de un mar profundo, un mar no tan profundo y unas zonas emergidas, como te decía antes, y esas circunstancias no se dan en todas partes. Otra razón es que en esas distintas zonas se acumulaba mucho sedimento y cuanto más sedimento, más fácil es diferenciar los fenómenos ocurridos en momentos similares, pero no idénticos. Me explico. Si tenemos dos fenómenos separados por un pequeño intervalo de tiempo, los puedes casi ver simultáneos. Pero si entre un suceso y otro se acumuló una gran cantidad de sedimento, los puedes distinguir bien. Y eso lo tenemos aquí.

­En cualquier caso sigue siendo increíble pensar que un día las aguas del mar cubrieron buena parte de Euskal Herria.

Ese sería el tercer aspecto por el que somos afortunados. Todos esos sedimentos acumulados, incluso los que estaban a más de mil metros de profundidad, se elevaron y hoy en día los vemos por encima del nivel del mar. A veces el problema para estudiar los sedimentos es que si están en el fondo del mar son más difícil de estudiar, pero aquí tenemos la suerte de que el fondo del mar se levantó como consecuencia del choque entre las placas ibérica y europea, y todos los sedimentos se «arrugaron» y subieron hacia arriba. Hoy, por ejemplo, los podemos ver formando montes tan altos como el Perdido de Pirineos, compuesto de rocas de esta época que estudiamos. Pasaron de estar a mil metros de profundidad a estar a tres mil metros sobre el nivel del mar. Desde luego, que si hoy somos afortunados de poder tocar con la mano estos afloramientos, cuando en su momento ocurrió aquello, con grandes terremotos, seguro que no fueron tan afortunados quienes anduvieran por allí.

­El grupo de palentólogos de la UPV-EHU lleva tiempo en este estudio. Sin embargo, ¿uno no acaba nunca de investigarlo todo?

Es que como ocurre en ciencia, cuanto más sabes, más te das cuenta de lo mucho que te queda por descubrir.

Joseba VIVANCO


 
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