Kandinsky y su camino hacia la abstracción, en el museo Tate Modern
La galería Tate Modern de Londres alberga hasta el próximo 1 de octubre una exposición dedicada a Wassily Kandinsky (1866-1944). La muestra pretende rastrear el camino hacia la abstracción seguido por el artista ruso y se centra en su etapa alemana (Munich y Murnau), su vuelta a Moscú al comenzar la Primera Guerra Mundial y su posterior regreso a Alemania.
LONDRES
La exposición comienza con las primeras pinturas naturalistas que hizo en Rusia, paisajes del Volga, en los que su recurso a un colorido vibrante refleja a la vez la profunda influencia de los “fauves” y del arte popular de su país. Siguen los paisajes de los Alpes bávaros, donde el pintor vivió varios años con la pintora alemana Gabriele Münter: paisajes construidos a partir de experiencias cromáticas en las que la representación icónica queda relegada a un segundo plano. Kandinsky, que por aquellos años (segunda década del siglo XX), se había asociado con el artista alemán Franz Marc para fundar el grupo conocido como “Der Blaue Reiter” (El Jinete Azul), simplifica el color y distorsiona voluntariamente el paisaje. En 1911, publica un tratado fundamental que explica su quehacer artístico. Se trata de la obra titulada “Sobre lo espiritual en el arte”: Kandinsky divide su obra en tres categorías, “impresiones” u observaciones del mundo natural, “improvisaciones”, expresiones espontáneas de un estado de ánimo y “composiciones”, visiones interiores más ambiciosas. Por aquel entonces, Kandinsky se interesó también en las teorías musicales del compositor austríaco Arnold Schoenberg, padre del dodecafonismo, y su evolución hacia la abstracción puede considerarse como un camino paralelo a las innovaciones de Schoenberg en el campo musical. Kandinsky realizó diez composiciones, algunas de las cuales fueron destruidas por la aviación aliada durante la Segunda Guerra Mundial, aunque quedan muchos trabajos preparatorios de gran tamaño, algunos de los cuales se exponen en la Tate. Sus creaciones anteriores a la Primera Guerra Mundial reflejan el dramático torbellino de aquellos años que iban a transformar profundamente la sociedad europea. Su “Improvisación 30” (Cañones), de 1913, evoca imágenes bélicas, y aunque Kandinsky utiliza cada vez más las líneas, las formas y los colores para transmitir las emociones que provocan en él determinadas vivencias, todavía resultan reconocibles elementos figurativos como los cañones o un castillo. La figuración, sin embargo, desaparece casi totalmente en sus “Composiciones VI y VII”, pintadas el mismo año, sus dos obras de mayor tamaño, en las que Kandinsky renuncia a los elementos representativos a favor de la espiritualidad interna. En sus escritos, Kandinsky relaciona la “Composición VI” con un cataclismo, como la colisión de mundos diferentes que, a través de ese conflicto, van a crear un nuevo mundo llamado “la Obra”. Tras la revolución bolchevique de 1917, Kandinsky pasó dos años casi sin pintar, y después sus obras muestran formas más simples y casi geométricas, colores más apagados, bajo la influencia de Malevich y Rodchenko.
Suscitar respuestas emocionales
GARA
LONDRES Veinticinco obras, aproximadamente un tercio del total que se expone estos días en el museo Tate Modern de Londres, proceden de colecciones rusas, entre ellas la galería Tretyakov, de Moscú, o el Ermitage, de San Peterburgo, mientras que el resto vienen de museos y colecciones privadas de Europa y Estados Unidos, incluido el museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid o el Guggenheim neoyorquino. Nacido en Moscú en el seno de una familia de comerciantes de té, Kandinsky estudió Derecho y Economía en la Universidad de Moscú y sólo con treinta años tomó la decisión de dedicarse al arte, movido por dos experiencias fundamentales: la contemplación de un cuadro de Monet que representaba un campo con almiares y una representación de la ópera “Lohengrin”, de Richard Wagner. Kandinsky comprendió a partir de esa doble experiencia musical y cromática que la pintura podía aspirar a ser un arte abstracto como la música, capaz de suscitar en el espectador respuestas emocionales, y ésa fue la misión que se fijó en la vida como creador.
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