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Gara > Idatzia > Iritzia > Txokotik 2006-08-08
Iñaki Lekuona
La torre

No recuerdo dónde oí o leí el relato de la torre. Quizá no existe y sólo lo soñé. Una torre arruinada en el claro de una colina. Una puerta entreabierta en sus muros circulares. Escaleras de caracol reptando en la penumbra. Un curioso cruza el umbral, sube un peldaño. Dos. Se aventura al tercero y en la oscuridad adivina la luz tenue de una pequeña ventana. Un paso más y otro, hasta que súbitamente escucha el ruido del portón cerrándose tras él. El viento. Un paso más hacia arriba. Hacia la luz. Y otro.

Y, en efecto, el resquicio de una saetera ilumina la escalera. Al asomarse descubre el camino por el que ascendió a la colina. La vista es impresionante. Seguro que desde arriba será aún más espectacular. Y se decide a adentrarse en la oscuridad, escalera arriba, diciéndose que ha de existir otra ventana ahí encima. Y sube a tientas, casi a gatas por temor a caerse. Y pasan los minutos. Y comienza a preocuparse. Y en la oscuridad la preocupación se transforma en inquietud, y la inquietud en nerviosismo, y el nerviosismo en angustia.

Y entonces adivina otra luz. Y sube más rápidamente, pensando que es un estúpido. Y, feliz, llega a otro ventano, casi idéntico. Y se asoma sonriente. Y piensa que la vista es impresionante, tanto como la otra, y se dice que mejor será bajar, que ya es tarde. Y comienza el descenso. A oscuras.

Baja un peldaño y otro, y otros más, y pasan los minutos, a oscuras, y el miedo le llama otra vez, y el descenso es más rápido hasta que ve la luz, llega a la saetera y se tranquiliza. «Verdaderamente soy un estúpido», piensa. Pero por si acaso no se detiene y sigue su descenso hacia la oscuridad, las manos en la pared, «la puerta debe de estar por aquí, pero los peldaños siguen multiplicándose». Y sigue hacia abajo. Y pasan los minutos. «La puerta tendría que estar por aquí... está tan oscuro... Menos mal que se ve luz. Otra saetera. ¿Otra? Creía haber visto sólo dos. No importa. Hay que seguir».

Las escaleras de caracol se sumergen de nuevo en la penumbra y él va tras ella, buscando la puerta. Dicen que ya enloqueció, que todavía cree poder encontrar la salida, que se cansó de bajar y que luego subió y subió, pero que no encontró ninguna puerta. Y, de verdad, este que escribe ya ha pasado de la preocupación a la inquietud, y antes de enloquecer necesita que alguien le diga si este conflicto vasco tiene de verdad alguna salida. Por el de Palestina ya ni pregunto. -


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