Asteko elkarrizketa
«España tiene que empezar a pensar en Euskal Herria como un estado que va a ser su vecino»
Loren ARKOTXA
Fue joven inquieto y emigró. Alcalde de Ondarroa y presidente de Udalbiltza, primera institución nacional vasca. Le costó un año en prisión y el procesamiento, junto a otros 21 electos, por el que le quieren condenar a 15 años de cárcel. Es integrador y optimista. Ha llevado al mundo la voz de la causa vasca y ha encontrado amistad y comprensión.
Texto: Fermin MUNARRIZ • Fotografías: Luis JAUREGIALTZO
Madrugada del 29 de abril de 2003. ¿Recuerda cómo se enteró de la operación policial ordenada por el juez Garzón contra Udalbiltza?
En ese momento yo estaba pasando unos días en el Mediterráneo. A primera hora de la mañana me llamaron por teléfono para darme la noticia, cogí el coche y me volví inmediatamente a Ondarroa. Fue una sorpresa muy desagradable...
Supongo que era ver arrasado algo que se había levantado con mucho trabajo y esfuerzo...
Sentí frustración, incluso cabreo; no podía comprender cómo un llamado Estado de Derecho podía agredir de esa forma a una institución que no iba contra nadie, sino en favor de construir democráticamente y compartiéndolo con otros agentes sociales, y compuesta por electos municipales, por ayuntamientos elegidos por sufragio universal, con transparencia total y sin ninguna ligazón con organizaciones fuera de los propios ayuntamientos y de los agentes sociales...
Desde los estamentos judicial y político españoles la operación se enmarcó en el «todo es ETA». ¿Cuáles son, en su opinión, las auténticas razones por las que ilegalizaron Udalbiltza?
Para responder a eso deberíamos recordar primero para qué se creó. Udalbiltza era el fruto de una cultura de hacer las cosas. En Euskal Herria ha habido históricamente un respeto hacia los representantes municipales y, en los momentos claves, éstos han jugado un papel muy importante. Por ejemplo, en 1932 ellos redactaron el Estatuto de Estella y lo aprobaron. La historia nos demuestra que cuando era necesaria su intervención en la política de Euskal Herria, los electos municipales han estado siempre presentes.
¿Y qué necesidad había de crear una institución como Udalbiltza? El motivo era y sigue siendo la partición de Euskal Herria en múltiples administraciones diferentes. Euskal Herria está dividida entre dos estados, el francés y el español, y en la parte sur de Euskal Herria, en dos estatutos autonómicos diferentes. Tanta partición es un genocidio lento. Conscientes de lo que está ocurriendo, se recurrió de nuevo a los electos municipales y a los ayuntamientos para hacer políticas de recuperación de la identidad de este pueblo.
¿España se asustó?
Esa fue una de las razones. La tarea de Udalbiltza creando entes y otros organismos en coordinación con agentes sociales generó una dinámica de trabajo muy fuerte y con resultados muy positivos. Eso, de alguna forma, asustó al Estado, que vio -yo no diría un peligro potencial- pero sí una irrupción en los planes de asimilación de los dos estados hacia Euskal Herria. Quisieron atajar eso de alguna forma y lo hicieron atacando a Udalbiltza.
La política española siempre acaba llamando a la puerta de los tribunales y de la policía... ¿En España resulta rentable castigar a Euskal Herria?
Ha habido momentos en que sí; incluso ahora sigue siendo rentable, pero España tiene que darse cuenta de que esa política no siempre le va a salir bien. Si repasamos la historia de España y de su imperio en el que no se ponía el sol, vemos que no ha sabido salir nunca de forma negociada, airosa y dejando tras de sí un buen sabor de boca. Por ejemplo, uno de los últimos casos es la salida tarde y mal del Sahara Occidental. España tiene que cambiar de mentalidad y darse cuenta de que esta política de castigar a Euskal Herria no siempre va a salirle bien...
¿Cree que la población española está preparada para un cambio de actitud hacia una resolución democrática en el caso vasco?
En estos momentos, no. La población española está drogada con la intoxicación de los medios de comunicación y sus tergiversaciones, desinformando totalmente y extendiendo una única opinión en el pueblo español. Pero eso se puede arreglar invirtiendo hacia el otro lado el esfuerzo que han puesto los sucesivos gobiernos y aparatos del Estado español en crear ese ambiente por el que todo lo vasco es sospechoso y casi castigable. Se puede crear otra actitud.
En España existe un «amor-odio» -entre comillas- hacia lo vasco, porque para el español normal lo vasco es parte de su cultura... Desde nuestra perspectiva de vascos tenemos que comprender esa cuestión. Pero deben ser los propios españoles quienes admitan también la posibilidad de que España y Euskal Herria sean vecinos amables. La coexistencia entre los dos estados, el español y el vasco, es muy posible, muy factible y muy conveniente. Y cuanto antes se haga, mucho mejor.
Usted ha defendido siempre el trabajo de las instituciones locales... ¿Qué se puede hacer desde ellas por la estructuración de un país?
Mucho, infinidad de cosas. En este momento me viene a la cabeza la propia estructuración de Euskal Herria en provincias. A mí esa articulación me parece artificial; en cambio, una estructuración basada en los eskualdes, en las comarcas naturales, me parece mucho más sólida. Y ahí juegan un papel muy importante los electos municipales y los ayuntamientos. También en la implementación de políticas, respetando la diversidad y los diferentes ritmos que existen en Euskal Herria, los resultados serían mucho más enriquecedores.
¿El ámbito municipal puede ser también adecuado para dar pasos hacia la reunificación territorial del país?
Por supuesto que sí. Ese trabajo, además, le encaja perfectamente a Udalbiltza porque la puesta en marcha de políticas a nivel de Euskal Herria a través de los ayuntamientos respetaría también la diferencia de ritmos. Es como un bosque en el que se plantan especies diferentes: pinos, hayas, robles... Si los dejas en su ámbito, cada uno crece a su ritmo. En cambio, si los mezclas hacen una especie de competición alegre al mismo ritmo. Udalbiltza sería esa argamasa de ritmos: unos se acelerarían y otros esperarían para ir todos al unísono.
Está describiendo un país basado en la diversidad...
Sí, Euskal Herria es un país diverso. La diversidad es una realidad y no es ningún impedimento para que pueda vivir en paz y se pueda desarrollar -diríamos en términos poéticos- con felicidad, porque la diversidad es una riqueza.
¿Cabemos todos en Euskal Herria?
Cabemos todos y muchos más. Además es nuestra idiosincrasia; en Euskal Herria siempre han cabido otros. Los que han venido a Euskal Herria siempre han cabido. Incluso me atrevería a decir que, a veces, algunos que han venido a Euskal Herria como invasores se han integrado, se han reconvertido y se han hecho euskaldunes.
Usted entregó en mano al Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU las peticiones de seis mil personas para que se reconozca su nacionalidad vasca. Pocas veces Euskal Herria ha llegado con una demanda tan explícita a una instancia tan alta. ¿Cómo fue aquel encuentro?
Fue cordial, yo diría que hasta esperanzador, porque recibieron las seis mil peticiones con mucho agrado. Incluso decían que era una cosa nueva para ellos porque hasta ese momento habían tratado el tema de gente sin nacionalidad, de apátridas, de personas a las que no les dejaban tener su propia nacionalidad pero el opresor tampoco les daba la suya... Nosotros les explicamos que no éramos personas sin nacionalidad, sino que se nos había impuesto una no deseada por nosotros y que nuestra nacionalidad natural era la vasca.
¿Los vascos tenemos aliados en el mundo?
Muchos; tantos que, cuando salimos fuera a informar de la problemática de Euskal Herria, los aparatos del Estado español tratan de torpedear esas actividades, que no van contra España ni Francia, sino a explicar qué es la nación vasca. Se cuidan mucho de que salgan al exterior informaciones no controladas por ellos... Pero en el mundo tenemos muchos aliados, mucha gente que está dispuesta a ayudarnos en lo que pueda para que Euskal Herria recupere su personalidad política, porque la cultural ya la tiene, nunca la hemos perdido, siempre la hemos mantenido.
¿Por qué tuvo tan buena acogida la iniciativa de Udalbiltza en la diáspora?
Udalbiltza encajó muy bien porque la diáspora -aunque no sea de primera generación, sino de segunda o de tercera- conserva algo de nostalgia. Yo mismo he vivido en la diáspora. Siempre te acuerdas de Euskal Herria, de tu pueblo, de cómo son las cosas aquí, aunque hayas salido afuera para mejorar tu vida a nivel económico, pero los valores que llevas se han mamado aquí y en la diáspora se transmiten de generación en generación. Cuando Udalbiltza ha ido a explicar de nuevo esos valores de Euskal Herria, la diáspora no ha tenido que hacer ningún esfuerzo en comprender, ya lo llevaba dentro. Lo único que ha hecho Udalbiltza es quitar un poco el polvo a ese sentimiento que existía ya antes en la diáspora.
Usted mismo fue parte de la diáspora como emigrante en Australia...
Cosas de la juventud... Cuando fui a Australia tenía 17 años, pero tampoco me fui a la aventura, ya tenía allá dos hermanos y dos hermanas. En la zona de Lea Artibai siempre ha habido tendencia a emigrar, a navegar, a salir y a buscar nuevos horizontes. Yo tenía inquietud por salir incluso antes de los 17 años. Tenía inquietudes políticas desde muy crío y aquí me encontraba agobiado por la falta de libertad. Quería salir y me fui a Australia el año 1961; allí estuve trabajando en la caña de azúcar y en el sector minero siete años.
Y luego se marchó de nuevo a Canadá... ¿Se siente nostalgia viviendo tanto tiempo lejos de su país?
Al volver de Australia tuve que marcharme enseguida... Me fui a Canadá, donde estuve ocho años, trabajando en el bosque y en un gimnasio. Dos de mis tres hijos nacieron allá. Sí, se siente muchísima nostalgia... Cada momento te acuerdas de lo tuyo...
Años más tarde, por razón de su responsabilidad política, usted ha expuesto en diversos países la situación de Euskal Herria y sus aspiraciones. ¿Cómo se recibe esta realidad?
De diversas formas. En Europa, algunos países saben más que otros de nuestra problemática. Algunos conocen Euskal Herria de una forma más bien folclórica, cultural, pero no tienen una idea en lo político, y otros, en cambio, sí... Por ejemplo, Italia ha sido desde el principio muy receptiva a la problemática vasca, allí se entiende perfectamente y se sigue la política de aquí a diario; en Alemania se entiende bastante; en Dinamarca, en los últimos años, han llegado a compartir mucho; Bélgica siempre nos ha comprendido; en algunos lugares de Inglaterra, también; en Gales se nos entiende ahora más que nunca; en Escocia tenemos muy buenos aliados; Irlanda siempre nos ha considerado y tratado como hermanos, incluso en lo cultural... Y en Sudamérica, la presencia de la diáspora vasca siempre ha sido muy fuerte y Euskal Herria es conocida en lo político, en lo cultural y en lo económico. En Norteamérica, lo vasco es conocido particularmente en el medio oeste y en el oeste, y ahora se está llegando a la parte este -Boston, Nueva York, Filadelfia...-. En Miami nos han cono- cido más por los pelotaris que por otras cosas... En Canadá, nuestra generación fue pionera y creo que se nos entiende bastante bien, especialmente en el oeste, en la Colonia Británica...
Udalbiltza llegó a lugares y gente a los que, probablemente, no llegaban los partidos. ¿Por qué?
Representaba a un país; un partido representa a una parte de la sociedad, tiene una ideología, un programa... Udalbiltza somos todos en el sentido de que caben todos los ayuntamientos, todos los representantes municipales... Y todos los concejales de Euskal Herria estuvieron informados de las actividades que hacía Udalbiltza.
Sin embargo, algo tuerce la realidad. Por ejemplo, en su pueblo -Ondarroa-, a usted se lo llevaron preso cuando era alcalde elegido en las urnas por los vecinos; en las siguientes elecciones, el voto nulo propugnado por la izquierda abertzale ganó de nuevo pero no sirvió por estar ilegalizada; sin embargo, gobierna una gestora que nunca ha ganado en las urnas y ni siquiera compareció en las listas electorales...
Son paradojas de esta democracia que no es democracia. Antes vivimos una época en la que se guardaban ciertas formas, pero se veía que era una democracia que no estaba enraizada, que no protegía los derechos individuales y colectivos. En la época del gobierno del PP de Aznar hubo una involución muy fuerte en la que se echaron por tierra incluso las formas. Esa tendencia de involución no ha parado todavía; en la época del gobierno de Zapatero se sigue ahondando más. La extrema derecha es más fuerte que nunca; su presencia en los medios de comunicación es abrumadora y está calando en la sociedad española.
En los últimos años es frecuente que personas del ámbito político y ciudadano de inspiración independentista sean detenidas y encarceladas. Usted mismo, como alcalde procesado, es una muestra de ello. ¿Nos estamos acostumbrando a convivir con este estado de cosas?
Ése es el peligro... Si sigue más tiempo la involución, el peligro es que la gente se acostumbre y vea como una cosa no normal, pero tampoco grave, que un políticos o gente independentista que trabaja en organismos sociales vaya engrosando las prisiones. Ése es el peligro: que la gente se vaya acostumbrando a esta falta de democracia. A eso hay que plantarle cara y crear un muro que diga «hasta aquí hemos llegado, pero de aquí no podemos pasar». Y eso está en nuestras manos. Tenemos que reaccionar ante estas tropelías.
El 23 de mayo de 2003, el juez Garzón ordenó su ingreso en prisión. ¿Llegó a pensar alguna vez que le podía ocurrir eso cuando se embarcó en las responsabilidades municipales?
No, ni remotamente. El ataque a Udalbiltza fue para mí una sorpresa, una frustración y un cabreo... Ni remotamente pensaba que, por esas actividades, podría un día ingresar en prisión. Fue incomprensible, aunque yo era consciente de que la democracia española era muy raquítica, que no era tal democracia, pero esperaba que poco a poco iría enriqueciéndose y haciéndose más fuerte, más protectora de los derechos...
El 15 de julio comenzará el juicio contra los 22 procesados de Udalbiltza. ¿Qué vamos a ver en el banquillo de los acusados?
Pues vamos a ver a los representantes de un pueblo, elegidos por sufragio universal, acusados de unos delitos que no han cometido, ni la institución ni las personas que vamos a estar allí, que hemos trabajado en Udalbiltza porque éramos representantes de nuestros municipios. Eso es lo que nos ha llevado a este juicio y quién sabe lo que puede ocurrir...
Señor Arkotxa, ¿guarda algún tipo de rencor en su vida?
Ninguno. Siempre he tenido inquietudes políticas, siempre he querido mucho a este pueblo, que es el mío, siempre he estado dispuesto a trabajar todo lo que pueda para y por Euskal Herria, y si por ese trabajo se me castiga, pues tampoco tendré rencor u odio a quien me haya castigado, porque yo he trabajado con amor, sin ningún interés particular o personal para mí. Y creo que este trabajo colectivo en favor de Euskal Herria, dentro de no mucho tiempo, va a beneficiar incluso a los que hoy en día nos tratan como si fuésemos enemigos suyos, a España.
España tiene que empezar a aprender a convivir con Euskal Herria de igual a igual, tiene que empezar a pensar en Euskal Herria como un estado que va a ser su vecino, además un vecino bueno. Vamos a saber beneficiarnos España y Euskal Herria y, por ende, en la misma situación, también Francia. Y yo, porque tengo confianza y fe total en que eso va a resultar tarde o temprano -es cuestión de tiempo-, con esa esperanza no tengo ningún odio ni rencor.
Con las relaciones y amistades que tiene usted en el extranjero, imagino que le han deseado suerte en inglés alguna vez...
Muchas veces: Good luck... [buena suerte] Además, cuando hablas con ellos y les explicas las aspiraciones de Euskal Herria y te están escuchando y al final te dicen «good luck», ves que lo hacen de corazón, que te lo desean de verdad, que si en ese momento hubiese un botoncito para que todo a lo yo aspiro para mi pueblo fuese realidad, esa persona pulsaría ese botón de corazón...